La ignifugación de estructuras metálicas es un proceso fundamental dentro de la seguridad pasiva contra incendios.
Su objetivo principal es proteger el acero estructural ante las altas temperaturas generadas por un fuego, evitando su pérdida de resistencia y estabilidad.
En el ámbito industrial, comercial y residencial, aplicar tratamientos ignífugos adecuados garantiza no solo la integridad de la edificación, sino también la seguridad de las personas y el cumplimiento de la normativa vigente.
El acero es un material con excelentes propiedades mecánicas, pero cuando se expone a temperaturas superiores a los 500 °C, su resistencia comienza a disminuir drásticamente. En pocos minutos, una estructura metálica sin protección puede deformarse, colapsar o perder su capacidad portante, lo que incrementa el riesgo de derrumbe.
La ignifugación actúa como una barrera térmica, retrasando el aumento de temperatura en el metal y proporcionando el tiempo necesario para la evacuación y la intervención de los servicios de emergencia. Por ello, la protección pasiva mediante recubrimientos ignífugos es un requisito esencial en cualquier edificación moderna.
Existen diferentes métodos de protección ignífuga, cada uno con características específicas según el tipo de estructura, la exposición al fuego y el entorno. Entre los más comunes se encuentran:
Son recubrimientos líquidos que, al exponerse al calor, se expanden formando una espuma carbonosa que aísla térmicamente el acero. Se aplican mediante pulverización o brocha y ofrecen un acabado estético, ideal para edificios donde las estructuras metálicas quedan a la vista.
El proyectado de mortero ignífugo se basa en la aplicación de una mezcla de base cementosa o de lana mineral sobre la superficie metálica. Su espesor y densidad garantizan una resistencia al fuego de 60, 90 o incluso 120 minutos. Es una solución muy utilizada en aparcamientos, naves industriales y centros logísticos.
Se instalan de forma mecánica alrededor de las vigas y columnas. Fabricados con materiales resistentes al fuego como el silicato cálcico o el yeso reforzado, proporcionan una protección uniforme y duradera, siendo ideales en entornos donde se requiere una instalación limpia y rápida.
En algunos proyectos se combinan distintos métodos para obtener un rendimiento superior, especialmente en estructuras complejas o de grandes dimensiones.
• Cumplimiento normativo: garantiza que la edificación cumpla con el Código Técnico de la Edificación (CTE) y las normativas europeas de protección contra incendios.
• Seguridad estructural: retrasa el colapso del acero, preservando la integridad del edificio durante más tiempo.
• Reducción de daños materiales: al minimizar la exposición al calor, se evita la pérdida total de la estructura.
• Mejor valoración del inmueble: los edificios con sistemas de protección pasiva cuentan con una mayor durabilidad y valor en el mercado.
• Mantenimiento sencillo: los sistemas ignífugos modernos requieren poco mantenimiento y ofrecen una vida útil prolongada.
La aplicación de un sistema ignífugo debe realizarse por profesionales certificados para Ignifugaciones en Barcelona, siguiendo un protocolo técnico que garantice la adherencia, el espesor adecuado y la resistencia requerida. El proceso suele incluir:
• Inspección y preparación de la superficie, eliminando polvo, grasa o corrosión.
• Aplicación del producto ignífugo, mediante proyección, brocha o instalación de paneles, según el sistema elegido.
• Control de calidad y ensayos de adherencia, verificando que se cumplan los requisitos técnicos de resistencia al fuego.
• Certificación final, que acredita el grado de protección obtenido (por ejemplo, R-60, R-90, R-120).
Invertir en la ignifugación de estructuras metálicas no solo cumple con las exigencias legales, sino que constituye una decisión estratégica en términos de seguridad y prevención de riesgos. La elección del sistema más adecuado dependerá de las características del edificio, el tipo de uso y las condiciones ambientales. Una correcta protección ignífuga puede marcar la diferencia entre un incidente controlado y una pérdida total, convirtiéndose en un elemento clave dentro de cualquier plan integral de protección contra incendios.

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